1. Introducción.
Este trabajo consiste en hablar del museo visitado, que en este caso es el de Joaquín Sorolla, visitando su casa. En esta visita tuvimos que elegir uno de los cuadros del artista para posteriormente comentarlo en clase.
A continuación, se muestra todo el trabajo realizado el cual se organiza en: "Hablamos del Museo" en el que tratamos como es el museo y que podemos encontrar allí, "Trazos en la Arena" en el que hablamos de la exposición temporal visitada, "La Madre" que es el cuadro elegido y estudiado, "Joaquín Sorolla y Bastida" en el que comentamos la biografía del artista, "Propuesta Didáctica" en el que comentamos una propuesta destinada a realizarse en clase que tiene relación con el cuadro elegido y finalmente la conclusión.
2. Hablamos del Museo.
El museo visitado fue el “Museo
Casa Sorolla”. Este se encuentra en el madrileño barrio de Chamberí,
concretamente en la calle del General Martínez Campos número 37. Aunque era
natural de Valencia, Sorolla compró en 1905 los terrenos en los que mandaría
construir su residencia madrileña. Cuatro años más tarde encargó la realización
de la obra al arquitecto Enrique de Repullés y Vargas (1845-1922), el que
finalizó su trabajo en diciembre de 1911, fecha en que el pintor se estableció
en la nueva casa-taller con su familia.
Este museo se
encuentra en lo que antiguamente fue la casa del pintor en Madrid, con amplios
jardines de estilo andaluz, inspirado en los jardines del sur de España, con
profusión de azulejos, esculturas, senderos y pequeñas fuentes, a pesar de que
el autor procedía de Valencia. Los tres pisos de la casa fueron construidos
alrededor de otro jardín del mismo tipo, aunque de menor formato, en el que el
pintor retrataría a los miembros de su familia y una serie de allegados en el
ambiente íntimo del hogar. La exposición se encuentra en lo que antiguamente
era el taller del artista. A pesar de ello, se pueden visitar otras estancias
de la casa como el salón, cuyo ventanal da directamente al jardín y el comedor.
En la parte superior de la casa, se suelen establecer las exposiciones
temporales, que varían en su contenido ya que han expuesto desde pinturas del
artista hasta trajes regionales. Y por último en la segunda planta se
encuentran las oficinas del museo.
El núcleo de
las colecciones del museo son las obras de Sorolla, las que están distribuidas
por todos los espacios de la casa, en algunos casos reunidas por temas, como es
el caso de una pequeña sala en la que son expuestos una serie de bocetos
relacionados a la gran obra Visión de España que Sorolla pintó
para la Hispanic Society de Nueva York. En las salas también hay una serie de
muebles, imágenes religiosas de madera, y obras de arte de otros artistas –
tanto pinturas como esculturas que recrean el ambiente de la época en que la
familia habitaba la casa – las que formaban parte de la colección privada de
Sorolla. El interés del artista por el arte popular español se evidencia en un
par de pequeñas salas en las que son expuestas un gran número de cerámicas
(botijos, platos, retablos y azulejos) de distintas regiones de España.
La historia
del museo, va muy unida a la historia del artista (puesto que fue su casa). Se
construye entre 1910 y 1911, habitándola la familia a finales de este año. En
su disposición Sorolla intentó separar su zona de trabajo, compuesta por tres
estudios encadenados y con acceso directo desde el jardín, de la propia
vivienda, que se componía de un amplio salón, un comedor y una pequeña salita
en la planta principal y de cuatro dormitorios, del matrimonio y de los tres
hijos, en la planta segunda alrededor de un distribuidor.
La historia
como museo de la casa, es la siguiente: Fue creado por deseo de la viuda de
Sorolla, Clotilde García del Castillo, que en 1925 dictó testamento donando
todos sus bienes al Estado Español para fundar un Museo en memoria de su
marido. Ya fallecida doña Clotilde se acepta el legado el 28 de marzo de 1931,
y el 11 de junio del año siguiente se inaugura el Museo. Joaquín Sorolla
García, único hijo varón del matrimonio Sorolla, fue el primer Director de este
Museo hasta su fallecimiento, por deseo expreso de su fundadora. En 1941 hizo
Joaquín testamento legando nuevos fondos al Estado. Tras su muerte en 1948, la
donación fue aceptada en 1951. Estos últimos fondos son hoy propiedad de la
Fundación Museo Sorolla, según el Estatuto Jurídico que la reglamenta, del 30
de julio de 1993. Desde 1973 el Museo es estatal y depende del Ministerio de
Cultura.
Como
ya he comentado anteriormente, el museo contiene una exposición fija, con las
obras más destacables del artista y
luego, en el piso de arriba se suelen establecer las exposiciones temporales,
las cuales son muy variadas. Actualmente se encuentra la exposición temporal
cuyo nombre es “Trazos en la Arena”.
2. "Trazos en la Arena"
“Trazos en la
Arena” es la exposición temporal que encontramos en el museo. Esta exposición
pretende desvelar la amplitud de una faceta de la producción del pintor
valenciano que resulta todavía bastante desconocida, apenas explorada y casi
siempre considerada como mero apoyo para el estudio de obras concretas de su
producción pictórica. Esta exposición se organiza en cinco bloques temáticos:
“El trabajo en el mar”, “Barcas, Bueyes y velas”, “Mujeres del mar: pescadoras
y madres”, “La alegría del agua” y “Elegantes
en la playa”.
Con
alrededor de 90 dibujos, 28 cuadros al óleo y 33 notas de color, la exposición
se concibe como la primera gran muestra centrada en la faceta gráfica de
Joaquín Sorolla con una presentación que aspira a ofrecer un discurso crítico y
analítico, que se sume al propio atractivo estético de estas pequeñas obras
sobre papel. Se organiza en cinco ámbitos en los que el dibujo establece un
diálogo continuo con una selección de óleos y notas de color de pequeño formato
con los que mantiene una estrecha vinculación, ya sea por constituir dibujos
preparatorios y apuntes para cuadros especialmente significativos, ya sea por
compartir rasgos comunes o inquietudes esenciales que se demuestran constantes
y en continuo proceso de exploración en el universo estético del valenciano.
Sin duda
estos dibujos son un documento esencial para la profundización en el
conocimiento de su obra pictórica, como parte del proceso creativo, en muchas
ocasiones de carácter previo auxiliar; pero también constituyen una expresión
artística con personalidad propia, y la ingente producción gráfica de Sorolla
reafirma esta condición del dibujo en su obra.
La amplia
colección de dibujos conservada ofrece un punto de vista complementario sobre
la evolución artística de Joaquín Sorolla. Al observarlos apreciamos que su
evolución es paralela a la que experimenta su pintura. Las inquietudes
esenciales, la estética y los retos que se plantea en cada momento coinciden en
ambas vertientes. Su dibujo complementa su pintura, del mismo modo que lo hacen
las conocidas pequeñas “notas de color” al óleo. Son producciones paralelas,
pero lejos de ser deudoras unas de otras en sentido estricto, se combinan
siguiendo sus propias líneas pero con motivaciones comunes, dando como
resultado todo un universo estético coherente.
4. "La Madre".
La obra que elegí fue “La
Madre”, puesto que es una obra que desde el principio me conmovió, ya que me
parece que transmite una increíble sensación de ternura, de calidez, de
tranquilidad y de pureza.
El artista
pertenece al movimiento del Impresionismo, del cual se enamoró en su visita a
París en el año 1885. De este movimiento
se desencadena todo su interés por la captación de la luz y la intención de
captar escenas de la vida cotidiana de la forma más precisa posible. Es por
ello, que los cuadros de Sorolla intentan reflejar escenas de la vida cotidiana
como es el nacimiento de uno de sus hijos o el trabajo de unos pescadores en la
costa mediterránea.
Joaquín
Sorolla y Bastida realizó esta pintura para conmemorar el nacimiento de su hija
pequeña, Elena, Sorolla pintó este lienzo, aunque el pintor no empleó a su hija
como modelo, sino a una prima que acababa de nacer. La modelo de la mujer sí es
Clotilde, la esposa del pintor, descansando con la pequeña en un amplio lecho
dominado por las tonalidades blancas, emergiendo de la cama las dos cabezas. La
de la mujer se presenta aún azulada por el esfuerzo del parto mientras que la
de la pequeña se muestra sonrosada. La cama está recortada ante un muro de
color gris, eliminando cualquier referencia espacial concreta como muebles o
figuras, insinuando ambos cuerpos a través de las tonalidades empleadas,
especialmente el blanco. Sorolla ha creado una escena cargada de ternura y
delicadeza. Sin embargo, a pesar de que esta pintura se comenzó a realizar en
el año 1895, no se expuso hasta 1901 en su Exposición Nacional.
Este cuadro
supone la madurez en la pintura del artista, ya que tiene unos planteamientos
estéticos y modernos en su propio lenguaje plástico, lejos de los rigores
académicos de dibujo y paleta a la que están sujetas todavía las obras más
importantes del artista pintadas en esas fechas.
Es uno de los
mejores ejemplos de la capacidad de Sorolla para transmitir intensas
sensaciones físicas y climas anímicos igualmente intensos. La emoción del
padre-marido y la mirada del pintor se han fundido en esa luz tamizada que
acaricia el mar de blancura donde emergen las dos cabezas, y el mundo entero
desaparece ante la intimidad absorbente de ese momento.
El hecho de
colocar el rostro de Clotilde de perfil, en un gesto de recogimiento,
ensimismada en la contemplación de su pequeña hija, en lugar de exhibirse
complacida y sonriente al espectador, da un giro completo al intimismo de la
escena, revistiéndola de una ternura serena, que respira una paz silenciosa en el
sueño plácido de la recién nacida. Por otro lado, apenas podemos distinguir el
rostro de la niña puesto que está muy poco definido en contraste con el rostro
de su madre, que se muestra mucho más claro.
El mayor
atractivo del lienzo lo constituye la esplendorosa sinfonía de gamas de blancos
que Sorolla despliega en toda la superficie de la tela, matizada en todas sus
veladuras, desde la blancura de la ropa de cama, sobre las que se recortan las
figuras del bebé y de la madre. La iluminación de la sala está al servicio de
la escena, la cual subraya mucho más la ternura de la escena.
Tanto la
composición como el encuadre y el tratamiento pictórico son de una rotunda
modernidad, cercana en este caso al modernismo catalán.
En efecto, el
tratamiento de la superficie blanca que inunda todo el cuadro, me hace
reflexionar sobre el tratamiento de este color en el artista, este para aplicar
el blanco utiliza otros colores como el blanco roto o un gris claro para dar
sensación de profundidad.
A técnica
utilizada por el artista es el óleo (técnica húmeda) y el material en el que se
encuentra es un lienzo, de grandes dimensiones (Altura: 125 cm.; Anchura: 169
cm).
Este cuadro
pertenece a la etapa de “Consolidación” del artista, que trascurre desde 1889
hasta 1899. La gran diferencia es la recreación
del entorno – ejemplo de costumbrismo, un cuidado por los detalles de tipo
“local” por el que Sorolla se destacaría de ahí en más -, tanto el realismo del
patio, con profusión de azulejos y botijos, como el de la vestimenta de los
personajes, especialmente las pañoletas y los abanicos.
5. Joaquín Sorrolla y Bastida.
Joaquín
Sorolla nace en Valencia en 1863. Estudió desde 1878 hasta 1881 en la Escuela
de Bellas Artes, allí animado por uno de sus profesores, Gonzalo Salvá,
comienza a pintar al aire libre. En 1885
va a Roma y desde allí a París, donde entra en contacto con el naturalismo. De
regreso a Roma, comienza a viajar por distintas ciudades italianas, tomando pequeñas
notas de color. En 1887 se instala en Asís y allí empieza a hacer escenas de
ambiente valenciano bajo la influencia de José Benlliure y Gil. Es el inicio de
su costumbrismo, que repercutirá en gran medida en su futura obra. En 1888
contrae matrimonio con Clotilde García del Castillo, protagonista de muchos de
sus retratos y con la que tiene tres hijos, Clotilde, el pequeño Joaquín y
Elena.
En 1889
vuelve a París para ver la Exposición Universal: allí descubre a los pintores
nórdicos y su peculiar tratamiento de la luz, en el que él basará su propia
versión del luminismo: se abre su etapa de consolidación. Su paleta va cobrando
nuevos matices en su esfuerzo por plasmar la luz. Surgen nuevas temáticas, como
el costumbrismo marinero, el que trata de las gentes del mar, o el realismo
social, demandado en los certámenes oficiales. Con el primero conseguirá su
primer éxito internacional con La vuelta de la pesca en 1895, con el segundo
varias medallas en la Nacionales de 1892, 1895 y 1901, en esta última con una
Medalla de Honor.
En 1900
obtiene el Grand Prix de los pabellones español y lusitano en la Exposición
Universal de París. Se inicia su etapa de culminación, la del Sorolla más
brillante, cuyas grandes dotes perceptivas y veloz ejecución producen sus mejores
obras, donde la luz es el interés dominante. Sus constantes desplazamientos a
París le hacen conocer las distintas vanguardias, que experimenta en sus obras.
Surgen los "ismos" en su pintura, siempre a modo de experimentación
en su búsqueda por captar la luz. Hace retratos que le producen grandes
ingresos, y se interesa por el paisaje, viajando por distintas regiones
españolas para recoger sus distintas matizaciones. Sigue cultivando su
costumbrismo marinero, del que derivan desde 1904 sus temas de playa, lo más
reconocido de su producción, e inicia a partir de 1907 sus estudios de
jardines, fundamentalmente en Andalucía.
El
reconocimiento internacional de Sorolla se consolidó después de importantes
exposiciones en Francia y otros países de Europa. En Estados Unidos expuso en
Nueva York, San Luis y Chicago, en éstas dos últimas en 1911, año en que se
considera comienza la etapa final de la carrera del artista. Ese mismo año le
hicieron el encargo de una obra de carácter monumental, la más importante que
realizó en su carrera: una serie de catorce paneles con motivos de distintas
regiones de España para decorar la Hispanic Society de Nueva York. Como
preparación de la realización de la gran obra dedicó todo el año 1912 a
recorrer España, realizando bocetos y tomando apuntes de motivos que reflejaban
las costumbres y los motivos típicos de las distintas regiones del país.
Sorolla trabajó con dicho encargo durante seis años, de 1913 a 1919, aunque la
obra sería inaugurada recién en 1926, tres años después de la muerte del
pintor, quién no llegó a ver su trabajo instalado en el lugar definitivo. Bajo
el título común de Visiones de España, la serie comprende catorce
paneles de tres metros y medio de altura y en total setenta metros de largo.
Los motivos conforman un mosaico de prácticas y tradiciones de las más
importantes comarcas españolas: entre otros La fiesta del pan representa
una costumbre de Castilla, La jota muestra el baile típico de
Aragón, Los bolos el deporte practicado en Guipúzcoa, y Los
nazarenos las procesiones de Semana Santa en Sevilla. La serie también
comprende estampas de comarcas como Valencia, Galicia, Extremadura, Huelva y
Cataluña.
En Estados
Unidos destacó como retratista. Su único modo de mostrar al público
norteamericano su don era a través de los retratos que realizaba a los miembros
de su familia (su mujer Clotilde y sus hijos), de los cuales destacan cuadros
como Mis hijos (1904), en el cual se ve a su hijo y dos hijas en la
intimidad del hogar, obra fuertemente influida por el arte de John Singer Sargent. A su esposa Clotilde la
retrató en Retrato de Clotilde y Clotilde con traje de
noche (ambas 1910). Una de sus obras más conocidas es Paseo a
orillas del mar (1909), en la que retrató a su esposa y a su hija
Elena paseando, con vaporosos vestidos blancos, por una playa de Valencia. Unos
años más tarde retrató a su hijo adolescente en Joaquín Sorolla y
García sentado (1917).
Pero no solo
realizó retratos en Norte América, sino que también
pintó una serie de retratos de personalidades españolas: el rey Alfonso XIII,
los escritores Juan Ramón Jiménez, Vicente Blasco Ibáñez, y José Ortega y
Gasset, la cupletista Raquel Meller, y la actriz María Guerrero entre otros. En
Estados Unidos retrató al presidente William Howard Taft y a Louis Comfort
Tiffany, creador de las lámparas que llevarían su nombre. Pintó asimismo
retratos de un amplio grupo de amigos y allegados, algunos posando en el jardín
de su propia casa. Es el caso de Retrato de la señora Pérez de Ayala (1920),
obra que quedó inconclusa, ya que durante el proceso de trabajo con la misma
sufrió el ataque de hemiplejia que marcó los tres años que le restaban de vida.
El trabajo de tantos años con Visiones de España le requirió a
Sorolla un enorme esfuerzo. Gracias al inusitado reconocimiento conseguido con
dicha obra, en 1919 fue nombrado profesor en la Academia de San Fernando, la
prestigiosa Academia de Bellas Artes de Madrid. Pero prácticamente no pudo
ejercer sus funciones, ya que en 1920 cayó gravemente enfermo, lo que le
impidió seguir pintando.
6. Propuesta Didáctica.
La propuesta didáctica que parte de este cuadro es la siguiente: lo primero que tenemos que hacer con los alumnos es una asamblea en la que les preguntaremos qué les parece la obra, es decir, si les gusta o no y qué sentimientos creen que trasmite.
Luego según los sentimientos que crean que trasmite, les pediremos que si pueden representar una escena de la vida cotidiana, como hace Sorolla, al ser un pinto impresionista que pueda trasmitir los mismos sentimientos que ellos creen que trasmite la otra.
Finalmente, se expondrá delante de sus compañeros.
7. Conclusión.
Para finalizar este trabajo, he de decir que este trabajo de investigación sobre las obras del artista me ha gustado mucho. Particularmente, Joaquín Sorolla es un pintor que siempre me ha gustado mucho y aprender más sobre él, ha supuesto que me guste todavía más de lo que me gustaba.
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